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De la composición musical

  • Igor Stravinski
  • 30 dic 2015
  • 1 Min. de lectura

El accidente no se crea: uno repara en él para inspirarse.

Es, quizá, la única cosa que nos inspira. Un compositor preludia de igual modo que hurga un animal. Uno y otro hurgan porque ambos ceden a la necesidad de buscar. ¿A qué responde esta investigación en el compositor? ¿A la regla que lleva en sí como un penitente? No: él anda en busca del placer. Va tras una satisfacción que sabe que no ha de encontrar sin esfuerzo previo.

No nos esforzamos para amar; pero amar supone conocer, y para conocer hay que esforzarse.

 
 

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